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Arrogancia y negación

Complejo resulta evaluar la realidad de un país cuando los analistas desprecian los estudios de opinión realizados con rigor. El rechazo, me parece, tiene su génesis en que esas investigaciones contradicen a quienes se sienten dueños de la verdad absoluta y se dejan llevar por las percepciones del pequeño mundo que les rodea. Olvidan que, más allá del chisme barato, la crítica destructiva de periodistas con agenda o de lo que los medios de comunicación reportan, existe una percepción que difiere según el núcleo social al que se tenga acceso para consultar la opinión de los ciudadanos.

Hago esta observación porque algunos distinguidos analistas se dicen “sorprendidos” por los resultados del estudio que, dicho sea de paso, este diario encargó a la empresa que acertó con mayor precisión en las encuestas de la campaña electoral pasada. Desconozco si la sorpresa de quienes critican esta encuesta se basa en el contraste que esta tendría con algún otro estudio serio y científicamente verificable que arroje otros resultados; de ser así, sería una razón para confrontar metodología y resultados, revisar las bases de datos y hacer los cruces de información necesarios para verificar la precisión de cada uno de los ejercicios.

En lo personal, creo en los estudios de la empresa Prodatos. Me consta el profesionalismo con que trabajan y su precisión se basa justamente en la imparcialidad y el rigor con que hacen sus mediciones.

Ahora bien: ni la simplista sorpresa expresada por Fernando Mack, ni la forma arrogante con que Renzo Rosal descalifica el estudio, señalando que el Gobierno es más popular en la provincia porque allí la gente es menos exigente, son razones suficientes para negar el respaldo que el pueblo está dando al Gobierno luego de un año de gestión. Quizá el error que muchos cometen está en que su perspectiva está basada en el contenido de los medios de comunicación social y solo en ello, y aquí entonces se cae en la trampa de analizar el contexto partiendo de muy particulares puntos de vista.

Una cosa parece ser cierta cuando se lee el estudio y se contrasta con la gente de la calle: Pérez Molina sin duda está haciendo mejor las cosas que sus tres últimos predecesores, ya que desde el 2000 los números señalaron siempre un desgaste mayúsculo y vergonzoso para los gobernantes luego de su primer año al frente del gobierno: por ejemplo, Alfonso Portillo fue aprobado sólo por el 29.4% en el 2001; Óscar Berger, por 38.3% en el 2005; Colom, 44.8% en 2009, y Pérez sumó ya el 70%, ahora en 2013.

Parecería entonces existir una tendencia que apunta a que los gobernantes están cumpliendo cada vez mejor con las expectativas, hecho que no se logra ver en el escenario mediático-noticioso, donde privan las acciones de grupos que están en conflicto con el Gobierno por razones específicas —como ocurre con los normalistas, los antimilitaristas, los activistas indigenistas, los grupos infiltrados por el crimen organizado, los políticos de oposición, los sindicalistas y otros—.

Como guatemalteco me es agradable saber que la gente califica bien al presidente de mi país. Mas no nos perdamos de algo: la expectativa sigue siendo alta y nos impulsa a ser más críticos y exigentes hacia el equipo del presidente Pérez, que deberá entrar en una etapa de mejores resultados. Quizá así el margen entre la aprobación capitalina, urbana y rural, sorprende a menos analistas e impulsa a más observadores a señalar no solo lo malo, sino también lo bueno.

Guatemala, 16 de Enero 2013

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