El rumbo de la Iglesia Católica, usualmente definido a largo plazo, entra en período de reflexión. El Papa Benedicto XVI renunció inesperadamente este lunes porque, según sus palabras y las versiones de sus allegados, su salud se ha deteriorado. El Papa lleva un marcapasos desde hace algún tiempo. Hoy, el agotamiento físico ha minado el entusiasmo de quien llevó en sus hombros la difícil tarea de suceder a Juan Pablo II, el papa viajero. La Prensa del mundo se mueve entre titulares como “El papado gana humanidad y pierde sacralidad” del diario español El Mundo, hasta “El sucesor del Papa en la encrucijada” del New York Times.
Si conducir el catolicismo ya era un desafío mayúsculo para el Papa, mayor esfuerzo reclamó a un teólogo rígido sustituir al más mediático de los líderes católicos de la historia. No obstante, la gestión del Papa alemán será recordada por ser tan solo la segunda dimisión en casi 600 años y por las posiciones firmes que hoy mantienen a su Iglesia definida en principios que no ceden ante la presión social global: entre otras cosas, sigue rechazando el aborto, el sacerdocio femenino y el matrimonio homosexual.
Abrió la puerta, eso sí, a variantes importantes que de alguna manera contuvieron una parte de la fuga de creyentes hacia otras religiones, porque ahora ya es posible tener un segundo matrimonio en la fe católica sin anulación o una posición de tolerancia ante el uso de preservativos en tiempos del sida, tal y como reseña el influyente New York Times en su edición de ayer martes.
Más allá, viene el momento de la definición sobre el papel de la Iglesia Católica ante el mundo futuro. Deberá discurrir entre el acompañamiento de los pobres y la lucha a su lado por las causas difíciles —aunque esto suponga efervescencia social, liderazgo popular y confrontación pública— o el interminable y siempre bien apreciado clamor por el diálogo, la concordia y la paz por sobre toda agenda de coyuntura.
De algo estoy claro: viene una etapa decisiva para la Iglesia Católica. El dinamismo con que el mundo actual avanza reclama de una actitud del Vaticano diferente a la de los últimos años, pues deberá participar más que presenciar. Solo citar que en la coyuntura, le ha tocado al presidente de Guatemala ser seguramente el último mandatario del planeta que visitará a Benedicto XVI como Papa.
Concluyo citando un fragmento del interesantísimo blog de Alberto Buitre —HuffPost Voices— quien con tino enfoca la sucesión papal. “Si los cardenales eligen a un Papa emanado del primer círculo de Ratzinger, será claro que Benedicto XVI seguiría estando tras el trono de San Pedro y tomarían fuerza las razones físicas propuestas por él como motivos de su renuncia; no obstante que, tras de esto, los medios y el mundo católico comenzarán a cuestionarse sobre el estado real de salud de quien para entonces será un cardenal más, quizá cumpliendo su viejo sueño de sentarse a escribir en su natal Baviera. Pero, si el cúmulo de arzobispos eligen a un jefe lejano a las enseñanzas de Benedicto, sobre todo perteneciente al ala más reaccionaria de la cúpula vaticana asentada en los curas italianos, el mensaje para el mundo sería claro: El Vaticano está viviendo un reacomodo de poder”. Completo: bajo este criterio, la Iglesia evidenciará su juicio autocrítico de lo recientemente actuado y dirimirá el curso futuro, bien como confirmación, bien como enmienda.
Guatemala, 13 de Febrero 2013
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