Lo que no se debe confundir en el discurso del papa Francisco en el preámbulo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), cuando expresa que es la esencia humanística e inclusiva en beneficio de la juventud, con una tendencia de inclinar la iglesia hacia renglones propios de la Teología de la Liberación. Mientras el Santo Padre ha sido cuidadoso en Brasil durante la JMJ, de llamar al mundo a buscar cómo ayudar a que la juventud de estos tiempos acceda a oportunidades de educación y trabajo -como parte de la responsabilidad de los adultos- algunos han identificado equivocadamente ese ruego como una aproximación del discurso del papa Francisco con los principios de la Teología de la Liberación.
Coincide la petición papal con una preocupación que no es exclusiva de la Teología de la Liberación. Pensar desde la iglesia en cómo combatir la pobreza entendiendo a la juventud que no tiene oportunidades, es una preocupación coincidente con muchos sectores que ven en la ausencia de oportunidades al motor del desasosiego y la ausencia de prosperidad para las naciones. Desde el mundo académico al político, pasando por el empresarial y por casi todas las expresiones de interés antropocéntricas, la preocupación por el bienestar común ha venido creciendo en los últimos tiempos.
Irónicamente esto ocurre mientras la coyuntura económica señala un incremento de la brecha entre clases pobres y clases pudientes, fruto de las desigualdades y consecuencia de la carencia de oportunidades en un mundo donde las inversiones sociales fueron descuidadas cíclicamente. Haber dejado en el abandono a las clases menos favorecidas es una causa del tremendo deterioro social que no da espacio a las oportunidades para jóvenes, como acertadamente señaló Su Santidad el primer día de su visita en Brasil.
Sin embargo, hay una enorme diferencia entre el llamado del papa Francisco a rescatar las oportunidades para nuestros jóvenes, y los principios de la Teología de la Liberación. Mientras el pontífice invita a atender esa necesidad, los teólogos de la liberación seguirán apostando a hacer lo mismo, pero no solo actuando desde el marco social y político legalmente constituido para alcanzar la paz, sino usando todo método para revertir el desbalance y restablecer lo que, según la izquierda radical, hará justicia a los pobres.
Ni el Papa está llamando al desorden ni los teólogos liberacionistas están promoviendo la solución a la pobreza por la vía de la concordia. Su Santidad está pidiendo que tomemos conciencia y actuemos, pero lejos queda de hacer suyas las ideas revolucionarias que autores como el exsacerdote Leonardo Boff recalcara el 24 de julio en una entrevista en el diario El Universal, de Caracas. El teólogo y promotor del pensamiento de la Teología de la Liberación señaló que el papa Francisco es un revolucionario que quiere convertir la iglesia católica en una “por y para” los pobres.
Manifiesto mi desacuerdo con esta idea de Boff. El pontífice ha pedido tomar en cuenta la ausencia de oportunidades y el esfuerzo pendiente para resolver la pobreza y así ayudar a los jóvenes. No dice que haya una revolución como asumen los liberacionistas y que usemos su forma de analizar la realidad —con el método marxista en la mano— para procurar una meta. Tenemos un Papa que está llamando a la concordia y está, ciertamente, señalando la ruta para salvar a los jóvenes. No nos perdamos y actuemos.
Guatemala, 31 de Julio, 2013
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